Agricultura intensiva: producir a qualquier precio

Sistema de reg en un camp de blat de moro (EUA)

Sistema de riego de un campo de maiz (EUA)


Hileras y hileras de plantas de maíz apuntan al cielo y se extienden por el campo casi hasta dónde llega la vista. Gracias a una planificación cuidadosa del espacio ya la maquinaria pesada que los agricultores han utilizado para sembrarlas, las plantas están distribuidas uniformemente ocupando todo el terreno. El viento sopla entre las hojas, que susurran y se mueven en una danza coral. Un sofisticado sistema de riego recorre las filas lentamente, arriba y abajo, escupiendo agua de forma constante y acompasada, asegurando que cada planta recibe la cantidad que necesita. El aire huele a arena mojada. De vez en cuando, un campesino se acerca al campo para asegurarse de que las operaciones siguen el protocolo previsto. Al margen del campo, una máquina cosechadora y un par de tractores llenos de polvo esperan que las mazorcas se empiecen a abrir. No deben pasar demasiados días. Más allá del campesino, en kilómetros a la redonda no se ve a nadie.


 El 16% de la superfície agrícola mundial se destina al cultivo de maíz
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura

Granja de Pensilvània (EUA)

Granja de Pensilvania (EUA)

En respuesta a la creciente demanda de alimentos y materias primas agrícolas, en los países desarrollados se desarrolla un tipo de agricultura intensiva que tiene el objetivo de maximizar la productividad; es decir, producir grandes cantidades de alimentos en poco tiempo. Los sistemas agrícolas intensivos ocupan aproximadamente el 12% de la superficie agrícola del planeta, pero a pesar de esta cifra aparentemente pequeña, son responsables de producir en torno al 80% de los alimentos que se comercializan a escala mundial. Los agricultores suelen especializarse en una sola variedad de cultivo, lo que facilita la aplicación de técnicas específicas. Se utilizan fertilizantes, pesticidas y herbicidas, maquinaria moderna y recursos como el agua en grandes cantidades. Los sofisticados sistemas de riego permiten cultivar tierras que, de lo contrario, serían difíciles de aprovechar.


 El 78% de los fertilizantes nitrogenados y el 90% de los pesticidas se consumen en sistemas intensivos

Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura

El agua se desliza por encima del asfalto en una granja de Pensilvania (EUA)


A pesar de que los sistemas intensivos permiten obtener mayores rendimientos, lo que se traduce en unos precios más bajos, las técnicas que se utilizan conllevan un gran desgaste de las tierras y un elevado consumo de recursos como el agua. Sin embargo, menos del 20% del agua de riego llega a la planta; el resto se evapora, se infiltra al suelo o vuelve a algún cauce cargado de sustancias químicas que contaminan el medio, provocando desequilibrios en los ecosistemas y la reducción de la biodiversidad. El uso intensivo de estos productos también tiene consecuencias negativas para la salud humana si contaminan fuentes de agua potable o se ingieren a través de los alimentos; aproximadamente el 34% de los alimentos que se producen en la UE contienen residuos de pesticidas. En los últimos años, ha habido una creciente preocupación sobre los impactos negativos de este tipo de agricultura, lo que ha favorecido la implementación de prácticas agrícolas más respetuosas y sostenibles como la agricultura ecológica o el consumo de productos de proximidad.



Entradas que pueden interesarte