En medio de la imponente Times Square, la agitación de Nueva York toma una dimensión singular. Las luces intermitentes de los anuncios gigantes iluminan la noche y compiten por la atención de los peatones, promoviendo el consumo de forma desenfrenada. Desde las últimas tendencias de la moda hasta productos electrónicos de alta gama, pasando por la comida rápida o las bebidas azucaradas. En cada fachada hay alguien que intenta vender algo. La energía de la plaza se palpa en todos los rincones. Sin embargo, también hay personas que disfrutan del espectáculo de una forma diferente. Algunas parejas se agarran de la mano mientras recorren la plaza, y grupos de turistas embobados se hacen fotografiar frente a los colores brillantes de los paneles luminosos. Aunque los anuncios fomentan el consumo, en ocasiones también son parte de una experiencia intangible e inmaterial, pero igual de memorable.
“ El consumismo es conseguir que las personas compren cosas
que en realidad no mejoran sus vidas
— Jeff Bezos, empresario
El consumo es una fuerza impulsora para la economía pero las sociedades modernas están inmersas en una versión poco amable del consumo: el consumismo. A lo largo del siglo XX, el consumismo se consolida en los países desarrollados a consecuencia de la lógica capitalista que induce al gran público a comprar cantidades cada vez mayores de productos, convenciéndole de que un gasto que antes se consideraba un lujo, ahora es necesario. La televisión, la radio, las revistas, los periódicos, las vallas publicitarias o las redes sociales, desempeñan un rol determinante en cómo las personas perciben cualidades como el prestigio o la belleza, implementando valores, generando nuevas necesidades, reforzando normas sociales o promoviendo estilos de vida que no siempre son saludables.
La
publicidad idealiza la felicidad producida por el consumo. La promoción de un
estilo de vida basado en el consumo suele tener efectos negativos para la salud
mental y el bienestar de las personas, fomentando la insatisfacción y la
ansiedad por acumular. El acto de consumir se convierte en un fin en sí mismo,
en un medio para su realización personal, en una medida de éxito o de
felicidad. Desgraciadamente, son muchos los estímulos que generan necesidades
que nunca se pueden satisfacer del todo, y que a menudo son la mayor causa de
infelicidad en las personas.
“ Por qué a los seres humanos contemporáneos les fascina comprar y consumir, y sin embargo, ¿sienten muy poco vínculo por lo que compran?
— Erich Fromm