En una acera de una calle bulliciosa de la ciudad, protegida con un precario toldo, hay instalada una parada ambulante llena hasta arriba de golosinas. La esquina suele convertirse en un lugar de encuentro informal, un pequeño rincón de sosiego en medio de la agitación de la vida urbana. El olor a azúcar se mezcla con el aroma de nueces tostadas y caramelo caliente. También hay chocolates, regaliz, chicles y golosinas de todas las formas y tamaños que atraen la mirada de niños y adultos con la misma voracidad. Los niños observan el generoso buffet con ojos glotones y caprichosos, y los adultos sonríen con nostalgia cuando reconocen entre las pilas alguna golosina que les transporta a su niñez. El ama las coloca en pequeñas bolsas de papel que ata delicadamente con cintas de colores, y los clientes se sumergen en un universo donde los recuerdos y los caprichos toman una dimensión singular.
— Jane Goodall
El consumismo a gran escala que ha arraigado en las sociedades contemporáneas compromete los recursos naturales y la salud del planeta. Aunque en ocasiones parece que la sociedad de consumo no ofrezca alternativas, los consumidores, a través de sus hábitos y elecciones, tienen la última palabra a la hora de revertir hábitos inadecuados y modelar nuevos patrones. Consumo responsable significa priorizar productos producidos de forma ética y que cumplen las normas de responsabilidad social, comprar en empresas locales y pequeños comercios que tengan un impacto positivo en la comunidad, evitar el desperdicio y el consumo innecesario, o fomentar una economía circular que promueva la reutilización y reciclaje para alargar la vida útil de los materiales.
Los beneficios del consumo responsable son muchos y muy
importantes. Por un lado, consumir con responsabilidad reduce el impacto
ambiental del consumo, disminuyendo la demanda de recursos naturales,
protegiendo la biodiversidad o reduciendo las emisiones de gases de efecto
invernadero. Por otro, contribuye a mitigar la pobreza y a garantizar la
justicia social. Optar por estilos de vida sostenibles, alimentos saludables o
productos de calidad también tiene un impacto positivo en la salud física y
mental de los propios consumidores.