Napeyok se sienta en silencio en la puerta de la cabaña. Sus ojos, que un día fueron brillantes y llenos de vitalidad, ahora se muestran nublados por el hambre. Tiempo atrás, el valle tenía dos temporadas de lluvias cada año, pero las precipitaciones que llegan últimamente a la región son escasas, prácticamente inexistentes. A medida que disminuyen las lluvias, también lo hace el agua potable y la disponibilidad de agua para los cultivos. Las cosechas de hoy son un 70% inferiores a las de antes. La sequía persistente también tiene consecuencias para el ganado: los animales mueren y los rebaños se reducen, y con ellos, la producción de leche y de carne para el consumo de la tribu. La mirada de Napeyok se muestra intensamente triste, cansada, pero también firme, demostrando una fortaleza interior inquebrantable. Pese a su apariencia frágil, su espíritu no se ha roto por completo.
“ El 9% de la población mundial sufre subalimentación crónica
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Poblado Dassanech (Sudan del Sur)
La degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo, la escasez de precipitaciones o el uso insostenible del agua disminuyen la capacidad de algunos territorios para suministrar alimentos. Es el caso de los países del cuerno de África Oriental, donde hasta 20 millones de personas de Yibuti, Etiopía, Kenia y Somalia se enfrentan a la escasez de alimentos debido a una sequía excepcionalmente larga y grave que asola el territorio. Para sobrevivir en este contexto, los agricultores y sus familias se ven obligados a reducir el consumo diario de alimentos, a consumir las reservas de semillas para futuras siembras o a malvender al ganado que utilizan como fuerza de tiro. Estas soluciones de emergencia son una amenaza para la viabilidad de las pequeñas explotaciones familiares en temporadas siguientes.
A pesar de que se producen suficientes alimentos para alimentar a toda la población mundial, la desigualdad en la distribución y el acceso tiene profundas repercusiones en la salud, la nutrición, la economía y el desarrollo de muchas comunidades. El hambre es la peor de las desigualdades. El hambre no es exclusivo de las zonas rurales, sino que también afecta a las zonas urbanas, especialmente en barrios marginales de las grandes ciudades. Según los datos de la ONU, después de unas décadas de recuperación, el número de personas que sufren hambre vuelve a aumentar, principalmente a causa de los conflictos y del cambio climático. Si no se invierte la tendencia, el número de personas afectadas por el hambre superará los 840 millones en 2030.
“ A escala mundial, más de 800 millones de personas sufren hambre
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura